El atardecer en sus ojos

Ese día el sol no se puso,
solo bajó la voz para que pudiera escucharte.
El cielo no se tiñó de oro por rutina,
lo hizo para reflejarse en tus ojos.

Caminé por el campo,
pero fue mi alma la que corría sin zapatos.
Entre árboles y sombras suaves,
te vi…
y supe que nada en mí volvería a ser igual.

No fue solo un atardecer,
fue el instante exacto
en que entendí
que la luz más bonita no venía del cielo,
sino de tu mirada devolviéndome la mía.

Desde entonces,
cada vez que miro una tarde dorada,
no pienso en el fin del día…
pienso en el comienzo de nosotros.